lunes, 24 de junio de 2013

Como alimentarse como Buda.

Comer como Dios, o como Buda, no depende sólo de lo que pones en tu mesa. La buena comida no es sólo lo que preparas en tu cocina y tiene más que ver con la percepción de tu mente que con los productos que digieres en sí. Ya lo dijo el Buda, "todo es una percepción de la mente", el sueño soñado de Calderón.

En este artículo vamos a tratar precisamente de esto, de la actitud ante la comida, en este caso de los preceptos budistas aplicados a la alimentación. Y es que ya se sabe que el budismo es un cajón de sastre equipado de herramientas de múltiples usos. No sería válido si no fuera así.
En el caso de la alimentación, una correcta aplicación de las cuatro nobles verdades y el óctuple sendero (los cimientos sobre los que se alza la práctica budista en su totalidad) puede ser de utilidad para todas las alteraciones relativas al tema, desde el exceso de peso, la bulimia, deficiencias nutritivas, etc. etc.


I. La importancia del "camino medio".

El camino medio que propone el budismo nos señala el equilibrio entre el exceso (la publicidad, los alimentos que nos venden por sus regalos, los supermenús, los superplatos de carnes y pescados, las comidas hiperproteínicas e hipercalóricas, comer en el cine, comer frente al televisor, quedar para comer, comer, comer...) y las privaciones de los ayunos y las dietas light (incluido el alto consumo en programas para perder peso, libros, cintas y tratamientos).
- Es importante escuchar al cuerpo y ser consciente de cuándo tienes hambre, qué nutrientes necesitas en cada momento y en qué medida. Lo ideal sería no comer sólo porque el reloj lo dice o lo dictan las circunstancias. Sin embargo, si ha de ser así, si sólo tienes un rato para comer, aunque no tengas hambre, y luego no habrá manera, elige algo frugal, con mucha agua y fibra, como frutas y verduras. Por el contrario, cuando el estómago te pide tomar algo entre comidas (cuando no hay tiempo disponible), o necesitas energía, recurre a los panes, cereales integrales y frutos secos como tentempié. Te darán la energía que necesitas y acallarán los ácidos sin producirte una mayor acidez y sensación (engañosa) de hambre -que producirían las frutas, por ejemplo.
 
  • No te saltes las comidas, no pases hambre pensando en adelgazar porque producirías el efecto contrario. La ansiedad y el hambre reprimida te hará comer más de lo que necesitas cuando te sientes a la mesa, con los consiguientes empachos posteriores, exceso de peso y acumulación innecesaria de toxinas. 
  • Come despacio, saboreando lo que ingieres, y descansa cuando consideres que ya has saciado tu hambre. Recuerda que tu cerebro tarda unos 20 minutos en detectar esa saciedad, y cometerías un error pasándote todo ese tiempo engullendo lo que ya no necesitas. 
  • No te trates como un cubo de basura, acabando los platos para no tirar o consumiendo los productos de la nevera antes de que se estropeen (eso va por nosotras, mamás). Aquel viejo eslogan de que lo que no mata engorda estaba equivocado: lo que no mata de golpe, puede matar despacio. Si no vives en medio de una guerra o en un país devastado y pobre, no necesitas acumular reservas. Y todo lo que no necesita tu cuerpo aquí y ahora puede volverse contra ti. 
  • No te pases ni le escatimes a tu cuerpo los nutrientes que necesita. Respétate: elige el camino del medio.

II. Las cuatro nobles verdades.

1. El sufrimiento existe.

La comida como sufrimiento: enfermedades causadas por la mala alimentación; afecciones por exceso (sobrealimentación) o por defecto (deficiencias nutritivas); el sentimiento de culpabilidad tras una comida equivocada, impotencia ante las tentaciones... Es importante saber dilucidar cuánto de este sufrimiento es inevitable y cuánto depende de ti.
Tal vez puedas hacer poco contra las toxinas, productos químicos y modificaciones genéticas que lleva a cabo la industria de la alimentación, pero siempre estará en tu mano elegir los productos menos nocivos, los más naturales, locales y de temporada. Evitarás muchas molestias, enfermedades y sufrimiento en general.
El sufrimiento existe en el mero hecho de la elección en sí; la toma de decisiones siempre implica un estrés. Pero informarnos bien y hacerse el firme propósito de descartar de nuestra rutina alimentaria los productos más nocivos, nos ayudará a vivir mejor y esdtablecer pautas de conducta que nos evitará tener que plantearnos continuamente un buen número de decisiones.

2. El apego al deseo como causa de sufrimiento.

Definir los apegos o deseos culinarios que causan sufrimiento. Definir la ansiedad o espíritu hambriento (nunca es suficiente, por lo que no hay placer sino más sufrimiento). Tú y tu deseo no sois lo mismo. Los deseos pueden desaparecer tan pronto como llegan.
Define y haz una lista de tus mayores tentaciones: los dulces, el café, el alcohol, los embutidos o snacks salados, el chocolate, los helados... Quizás puedas descubrir por qué sientes esa atracción tan fuerte hacia un producto en particular; asociación con situaciones, por ejemplo, o bien la necesidad de tu organismo por más azúcar, energía, proteínas o lo que sea.
Tus deseos, el espíritu hambriento que nunca se sacia, y tú no sois lo mismo. Si es una compañía que no te aporta nada bueno, puedes apartarla de tu vida con las adecuadas estrategias.

3. El sufrimiento cesa al liberarte del deseo.

Observa los hábitos y deseos que te resistes a abandonar; la consecuencias que produce en ti, ¿son beneficiosas? ¿te hacen feliz?; observa con atención tu relación con el apego (qué hace que vuelvas a consumir dulces y helados o comidas hipercalóricas). Resuelve las situaciones internas (rabia, ansiedad, impotencia) y cambia las condiciones que te inducen a esa inercia perjudicial.
Una vez eres consciente de ciertos apegos nocivos en tu vida puedes introducir sustituciones por productos más sanos que cubran tu necesidad. Si requieres energía o azúcar, los cereales integrales (palitos de pan integral o galletas sin aditivos químicos, p.e.), frutos secos, patatas o boniatos pueden ayudarte según la situación. Si requieres proteínas, puedes añadir más soja en sus mútiples formas, o legumbres y cereales debidamente combinados (lentejas con arroz, p.e.), y dejar de llenar la nevera con carnes grasas y embutidos.
Además, muchas veces los aparentes deseos culinarios no son más que tapaderas de otros deseos emocionales o estados de ánimo, como la rabia, ansiedad, frustración. Si es así, define esas emociones y afróntalas cara a cara, dejando la comida a un lado. No tiene nada que ver con ella, no la metas en esto.
Define los apegos, revisa las viejas rutinas/acuerdos y establece sustitutos/nuevos acuerdos más beneficiones para ti.

4. Existe un método para la cesación del sufrimiento: el Óctuple Sendero.

No tienes que inventar la estrategia ni el método para librarte de los deseos nocivos y el sufrimiento que comportan. Puedes hacerlo si quieres y te ves capaz, y te funciona. Pero en cualquier caso, te vendrá bien saber que el budismo diseñó su propuesta particular con el nombre de "el noble óctuple sendero".

III. El Noble Óctuple Sendero.

1. La comprensión correcta.

Define qué es malo para ti y qué te beneficia. Haz una lista de alimentos, situaciones y actitudes recomendables y perjudiciales en tu alimentación.


2. La aspiración correcta.

Define y visualiza quién quieres ser física y emocionalmente; tu estado de salud; el tipo de vida activa o sedentaria que quieres llevar. Visualiza y programa quién quieres ser.

3. El habla correcta. (El poder de la palabra: magia blanca/magia negra).

No hables mal de nadie durante la comida (ni antes ni después, a ser posible); abstente de criticar la forma de comer de las/os demás comensales (come mucho, poco, mal...); los errores de la cocinera o las preferencias y rechazos de otras personas. Las palabras también se digieren.

4. La acción correcta.

Considera lo que comes y cómo lo comes como parte de la red universal de interrelaciones. Evita el despilfarro; recicla los sobrantes; protege los nutrientes (no abuses de altas temperaturas, fritos y asados de fuego directo; no tires el agua de las verduras; no quemes los alimentos convirtiéndolos en toxinas); apoya la agricultura local; respeta la vida en todas sus formas y agradece el regalo de la energía que consumes para convertirse en parte de ti.

5. El modo de vida correcto.

No matar (las emociones a través de la comida; los nutrientes que pueden seguir produciendo energía dentro de ti); no robar (consumiendo más comida de la que necesitas) y no abusar de la comida como si fuera una droga para embotarte o escapar de otras emociones.

6. El esfuerzo correcto.

Ni demasiado (la obsesión) ni demasiado poco (la comida rápida). Evitar la actividad incesante; emplear demasiado tiempo o demasiado poco en comer, cocinar, comprar. Cuando se come, se come, y luego se pasa a otra cosa (no comemos mientras vemos la tele, escribimos, trabajamos, jugamos a las cartas, pasaeamos o conducimos). Cada cosa a su tiempo.

7. La atención correcta.

Comer/vivir aquí, ahora. Cuando compras, cocinas, te sientas a la mesa, friegas los platos.

8. La concentración correcta.

La capacidad de la atención plena: cuándo tienes hambre, cuándo no; qué nutrientes está necesitando tu cuerpo en cada momento y cuáles no -sin equívocas intromisiones del deseo.
Resumiendo, recuerda siempre que cómo comes no es más que un reflejo de cómo vives. Quién eres -o cómo eres- se manifiesta en todo lo que haces. Evidentemente, nadie es perfecto, y ni tú ni yo ni nadie somos Dios ni vamos a vivir/comer como dios, pero sí podemos vivir/disfrutar en el empeño. Vivir/comer con atención, con la consciencia de que lo que comemos pasará a formar parte nuestra (como lo que vivimos, nuestras experiencias, pasan a formar parte de nuestra vida y de nuestro ser). Con agradecimiento por el regalo que el planeta y el trabajo de otras personas nos ofrecen. Con generosidad hacia nuestro propio organismo o hacia el de otras personas, cuando nos toca cocinar. Eliminando los venenos y toxinas siempre que esté en nuestra mano. Con placer y tiempo, degustando cada bocado y evitando el despilfarro, el desaprovechar las experiencias, por muy cotidianas y repetidas que nos parezcan -cada instante de nuestra vida es único e irrepetible.
En definitiva, estableciendo unos hábitos correctos.
Y a comer/vivir como Buda.
Buen provecho.


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