sábado, 27 de julio de 2013

Equidad de Genero. (CEPAL, 2000).

La equidad de género, elemento constitutivo de la equidad social, exige un enfoque integrado de las
políticas públicas. Hasta ahora, ha prevalecido en la región una asociación de las políticas de género con
las políticas sociales; recién a partir de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer se comenzaron a
desplegar más esfuerzos por relacionarla con las políticas macroeconómicas y de gobernabilidad
sistémica.

Al finalizar el siglo aún se trata de armonizar, desde la perspectiva de la indivisibilidad de los
derechos humanos, las políticas económica y social, el desarrollo institucional y la gobernabilidad, y la
participación social y ciudadana, en el marco de un análisis de género que forme parte de un enfoque
transdisciplinario e intersectorial.

El aspecto más destacado del proceso de globalización ha sido la notable expansión del comercio
internacional (Ocampo, 1999). Lo que más llama la atención en este contexto, junto con los aspectos
negativos de la crisis financiera, son los efectos adversos en términos de equidad y la distorsionada
distribución de las oportunidades.

Ante esta situación, nuestro principal interés es determinar cuán justa ha sido la apertura comercial o, expresado en otros términos, cómo ha contribuido la liberalización del comercio a la igualdad de género. La globalización de las finanzas y el comercio han venido de la mano de procesos de exclusión social cuyos efectos negativos sobre la equidad de género merecen la atención prioritaria de los gobiernos.

El crecimiento económico de la región, que entre 1991 y 1998 fue de 3.6%, sufrió un brusco
descenso en 1999 (CEPAL, 1999a). Cuando se calcule el crecimiento a lo largo de todo el decenio, es
probable que las cifras correspondientes se sitúen apenas en torno de un 3% anual en promedio (Ffrench-
Davis, 1999).

Pero no sólo el crecimiento ha sido moderado, sino que además las oportunidades que brinda la globalización se han distribuido en forma poco equitativa. Hay más heterogeneidad que antes en
los mercados de trabajo, en el rendimiento y situación de las empresas grandes en comparación con las
pequeñas, y las nacionales en contraposición a las extranjeras.

En ese contexto y dada la modalidad de inserción laboral de las mujeres, sus opciones de desarrollo individual y colectivo se han visto seriamente afectadas, a lo que contribuye el hecho de que, a pesar de su creciente participación en el mundo del trabajo remunerado, han seguido asumiendo las principales, si no todas, las responsabilidades familiares.

Una de las paradojas del siglo que concluye es el hecho constatable de que, nunca como hoy, las
mujeres han ejercido tal cantidad de derechos y gozado de tal visibilidad y reconocimiento. A la vez, quizás nunca han sido más evidentes las exclusiones que caracterizan a la aldea global.

La igualdad de las mujeres se está construyendo, en muchos casos, en sentido contrario a las crecientes desigualdades económicas, sociales, políticas, culturales y mediáticas que caracterizan el mundo globalizado. La concentración de la riqueza4 y el poder, el aumento de la pobreza absoluta,5 y la creciente violencia 6
pública como privada, ponen en peligro los adelantos logrados en materia de igualdad entre hombres y
mujeres.

A esto se suma el hecho de que la desigualdad entre las mismas mujeres tiende a acentuarse
dramáticamente si no se adoptan políticas apropiadas. Los cambios más significativos que se han dado en América Latina y el Caribe en la década de 1990 son consecuencia del ingreso masivo y acelerado de las mujeres al mercado laboral, la universalización del acceso a los distintos niveles de educación, el incremento aún insuficiente de su participación en la toma de decisiones y la mayor cobertura de los servicios de salud maternoinfantil y reproductiva.

Se han producido cambios en variados ámbitos: el marco jurídico, la creación de instituciones y las estructuras familiares, la cultura y los valores; también es digna de mención la conquista de una mayor autonomía económica de gran trascendencia para el futuro de la región. La  necesidad de fortalecer los derechos humanos en todos los ámbitos, especialmente a nivel internacional es otro avance significativo.

Estos cambios positivos se han visto contrarrestados por varios fenómenos, entre los que destacan las tendencias no equitativas del desarrollo económico, las crecientes brechas que está produciendo el sistema educativo, el deterioro general de los sistemas de salud y la provisión de servicios y marcados déficit de ciudadanía en amplios sectores de la población.

La globalización que caracteriza el mundo contemporáneo está provocando cambios de tal
magnitud y rapidez que hacen perder validez a las claves empleadas hasta ahora para interpretar la
realidad.

Una de esas claves, que asumía la subordinación femenina como natural, así como su reino en el
mundo privado, ha sido alterada de manera tal que hoy se reconoce no sólo la posibilidad, sino la
necesidad, de cambiar las relaciones culturalmente construidas y que determinan la discriminación de las
mujeres.

Los gobiernos, frecuentemente en colaboración con la sociedad civil, han desplegado múltiples
estrategias para incorporar el enfoque de género en todos los aspectos del diseño de políticas públicas,
adoptando enfoques transdiciplinarios, intersectoriales y participativos cuyos resultados, alcances y
nuevos desafíos comienzan a visualizarse al finalizar el siglo, cinco años después de la aprobación de la
Plataforma de Acción de Beijing y transcurridos seis años de la aprobación del Programa de Acción
Regional para las Mujeres de América Latina y el Caribe, 1995-2001.

La modernización acelerada de la economía, la sociedad y todas las instituciones políticas, jurídicas y culturales no sólo ofrece nuevas oportunidades de desarrollo, sino que a la vez da origen a nuevas asimetrías y profundiza antiguas exclusiones, cuyos efectos para las mujeres son objeto de preocupación.

En ese contexto, los adelantos logrados en la superación de las desigualdades entre hombres y mujeres han atenuado los efectos de la inadecuada distribución de las oportunidades que caracteriza, hasta el momento, los procesos de globalización. En América Latina y el Caribe, la globalización ha sido intensa, pero muy desigual, desequilibrada e incompleta (Ffrench-Davis, 1999) y se ha caracterizado por mercados externos amplios,5 pero inestables, así como por heterogeneidades que afectan a la economía, la política, la cultura y el ejercicio de los derechos humanos.

Después de casi un lustro se observa una tendencia creciente de la igualdad de oportunidades en
la mayoría de las naciones. En América Latina, el incremento del índice de desarrollo de la mujer (IDM)
elaborado por el PNUD ha sido generalizado, sin que ello haya supuesto variaciones sustanciales en la
posición relativa de los países.6

En el ámbito económico la transformación ha sido incompleta y aunque los métodos empleados
para realizar las reformas estructurales han sido variados, hay errores que se repiten, especialmente en el
manejo macroeconómico, es decir en la concepción de las reformas financieras y comerciales, y en los
esfuerzos limitados por corregir las desigualdades enfrentadas por las mujeres en los mercados.

Estos errores se atribuyen a la “fe extrema del neoliberalismo en la eficiencia del sector privado tradicional y
una desconfianza también extrema en el sector público y en las formas no tradicionales de organización
privada” (Ffrench-Davis, 1999).

Por otra parte, estamos recién saliendo, tanto en la región como a escala global, de dos décadas de
desprestigio del igualitarismo como ideología y como valor (Hopenhayn y Ottone, 1999), período durante
el cual perdieron fuerza las ideas de igualdad y de derechos sociales.

A nivel estatal, prevaleció la idea de un Estado no intervencionista, sino normativo y regulador, que desempeña un rol limitado en la corrección de las desigualdades.

Es en ese contexto que la lucha por la igualdad de mujeres y hombres tuvo no solamente la virtud
de mejorar el marco jurídico de todos los países, eliminando las expresiones de discriminación contenidas
en las leyes, sino también de fomentar la creación de mecanismos y exigir la redistribución del ingreso y
las inversiones en favor de las mujeres, e inició, en muchos casos en forma pionera y aunque desde
espacios de baja intensidad institucional y política, una importante contribución a las políticas de
humanización de la economía y de integración de la política económica con lo social desde un paradigma
de desarrollo sostenible.

Dicho en otros términos, mientras las reformas económicas —y los pactos políticos de gobernabilidad que las sustentaron— se caracterizaron en la mayoría de los casos por un enfoque de libre mercado y democracia representativa, con una agenda social limitada, las oficinas nacionales de la mujer
(ONM), las organizaciones no gubernamentales y los movimientos sociales de mujeres nacionales e
internacionales tuvieron la virtud de plantear el reconocimiento de los derechos humanos y de colocar en
el debate público de la mayoría de los países temas estratégicos como el papel que puede desempeñar el
Estado en la corrección de desigualdades, la participación de la sociedad civil en la formulación de
políticas, la extensión del ejercicio de la ciudadanía al ámbito privado de la familia a través de la sanción 8
de la violencia doméstica, el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos,7 y la aceptación de
la necesidad de que las responsabilidades familiares sean compartidas entre hombres y mujeres.

Los avances en materia de igualdad de género funcionaron como mecanismos orientados a desactivar y
atenuar la transmisión de desigualdades que amenaza a la región.

Otra contribución importante al bien común hecha por las políticas de género ha consistido en
fomentar, aunque aún de manera limitada, una redistribución de los recursos destinados a la inversión
social.

Estas políticas, que han exigido que se preste atención a grupos específicos de mujeres —niñas,
jefas de hogar, jóvenes embarazadas, víctimas de violencia, campesinas pobres, indígenas—, gracias a lo
cual han dado visibilidad a los procesos de diferenciación social y han contribuido a que el Estado se
ocupe de los grupos más vulnerables.

Uno de los cambios más profundos, aunque aún polémicos, que se ha dado en los últimos años es
la creciente reflexión en el mundo académico, político estatal y de la sociedad civil sobre de los sesgos
androcéntricos de la política económica.8

En general, se reconoce que la tendencia dominante en política económica no sólo oculta la presencia de las mujeres, sino que en general ignora a los seres humanos.9 Sin embargo desde el punto de vista de la igualdad de género, se observa que cuando se identifica a los actores sociales que participan en el ámbito de la economía, se suele considerarlos de manera indiferenciada, partiendo del supuesto de la existencia de un “ciudadano productor” asociado a un paradigma masculino según el cual los hombres son los principales y únicos proveedores estables del ingreso familiar, así como los titulares de los derechos sociales y económicos.

Estos supuestos de la política económica que incluyen un paradigma masculino de la producción
se basan, a la vez, en una falta de cuestionamiento del trabajo doméstico.

Por lo tanto, no se trata sólo de la formulación de políticas sobre un imaginario cultural que asocia el mundo público y de la producción a lo masculino, sino que además desconoce la dimensión económica del trabajo reproductivo no remunerado y del trabajo doméstico realizado por las mujeres.

Hasta hace pocos años, el reconocimiento del trabajo reproductivo de las mujeres solamente había servido como justificación para la elaboración de programas sociales compensatorios. Sin embargo, los últimos años se han caracterizado por una creciente  demanda de que se considere el trabajo de las mujeres en las cuentas nacionales, los presupuestos y el diseño de políticas económicas, en un marco de desarrollo sostenible.

Aunque en el análisis de los informes no se encuentran avances significativos en materia de política económica con enfoque de género, es evidente que esta reflexión y este debate representan uno de los cambios más importantes que se han dado en esta área.10

Esta reflexión se ha alimentado de una evaluación crítica surgida en el seno mismo de las
organizaciones de mujeres, tanto gubernamentales como académicas, y de la sociedad civil.

Se reconoce que las políticas, programas y proyectos se han visto beneficiados por los aportes técnicos, metodológicos y políticos del enfoque de género. Sin embargo, es en el ámbito de la política económica en el que se definen las oportunidades y la justicia distributiva, por lo que se ha iniciado un importante esfuerzo por influir en la orientación de la política económica en la región,11 a fin de integrarla al desarrollo social.

Por último, el razonamiento anterior ha demostrado el valor estratégico de la participación
política y social de las mujeres en los espacios de toma de decisiones. En este sentido, a diferencia del
Caribe, existen marcadas diferencias entre los países latinoamericanos y dentro de éstos. En un mismo
país puede haber un gran número de mujeres parlamentarias, junto con una falta absoluta de participación
en los campos judicial y sindical. Esto significa que los cambios positivos no se reflejan necesariamente
en una política general que facilite el acceso de las mujeres a la toma de decisiones, dado que cada ámbito
tiene una dinámica propia y opera como sistema cerrado.

En esa medida se debe entender el papel de las políticas de equidad de género no sólo en su
limitado alcance, es decir su contribución a la creación de instituciones para el adelanto de la mujer o la
implementación de programas y proyectos en distintos ámbitos sectoriales, sino también desde el punto
de vista de sus efectos generales como portadoras de un paradigma igualitario y de derechos humanos que
reconoce la heterogeneidad estructural potenciada por los procesos de globalización y reforma estatal y
centra su atención en los seres humanos.
10

sábado, 20 de julio de 2013

La Industrializacion en Europa.

La situación europea a finales del siglo XV

A finales del siglo XV Europa se encontraba en un proceso histórico cuyos elementos, en grados muy diversos, se entrelazaron para hacer posible la expansión del Viejo Mundo hacia territorios ignorados y el dominio de nuevas poblaciones por los habitantes del Viejo Continente. Así, aunque el descubrimiento de América fue hecho a nombre de la Corona española, y aunque al frente de la primera expedición iba un marino italiano, no es posible captar los motivos del descubrimiento ni los diversos factores que contribuyeron a hacer realizables los largos viajes de los descubridores y a dotar de energías y recursos a quienes se encargarían de vencer y dominar a los pueblos indígenas de las zonas recién encontradas, sin atender brevemente al conjunto de la situación europea de finales del siglo XV1.
La sociedad europea de la Edad Media ha sido caracterizada como una sociedad feudal, en la que la organización política se basó en relaciones personales de fidelidad y vasallaje entre señores, y la vida económica en la producción agraria de señoríos rurales y en menor grado en las manufacturas elaboradas por gremios artesanales urbanos. Todos estos elementos se encontraban en profunda crisis a finales de la Edad Media. El señorío, unidad económica agraria fundada en la explotación gratuita, por parte de la nobleza, del trabajo de los campesinos, que estaban obligados a prestar a aquélla diversos servicios laborales y a pagar tributos y rentas de varias clases, había sentido desde el siglo XIII el impacto del desarrollo de las ciudades. El crecimiento de las actividades urbanas revitalizó la circulación monetaria en el sector rural, aumentó las necesidades de ingresos líquidos de la nobleza y ofreció un mercado creciente para los productos del campo. Al mismo tiempo socavó las bases de la servidumbre campesina, al ofrecer a los trabajadores rurales un eventual refugio y el logro de la libertad.
La crisis económica que se extendió por el occidente europeo a mediados del siglo XIV aumentó las dificultades de los señoríos: hambrunas y pestes disminuyeron drásticamente la población, estrechando el mercado para los productos rurales y haciendo muy escasa la mano de obra campesina. Ante esta situación, los señores intentaron en muchos casos aumentar la explotación de siervos y campesinos libres y elevar las rentas de la tierra, lo que condujo a una violenta oleada de revueltas campesinas, que si no amenazaron directamente el orden señorial, pusieron al menos en crisis algunos de sus rasgos más odiosos y condujeron a adecuar en alguna medida el sector rural a las exigencias de un nuevo sistema económico. La oferta de mejores condiciones hecha por los señores para atraer campesinos a sus tierras y la violencia ejercida por los habitantes rurales se unieron para cambiar radicalmente la situación del campo, hasta tal punto que para finales del siglo XV había desaparecido ya casi completamente la servidumbre de la gleba en los países de Europa Occidental, es decir, había terminado la obligación de permanecer atado al suelo del señor y ligado a éste por una relación de dependencia personal. Por supuesto, la estructura social siguió siendo rigurosamente jerárquica, y los señores conservaron el derecho a recibir de los campesinos rentas, tributos u otras clases de beneficios de origen feudal.
En las ciudades, la crisis económica, que se prolongó durante la segunda mitad del siglo XIV y gran parte del siglo XV, condujo a una acentuación de las restricciones gremiales tradicionales. Para mantener los precios y proteger la producción se apeló a una reglamentación cada vez más detallada de las labores artesanales e incluso a la reducción de las cantidades producidas. Al mismo tiempo, las oligarquías urbanas, formadas por familias de comerciantes, financistas o maestros artesanos exitosos, perdieron interés en las actividades artesanales y comerciales, ahora menos lucrativas, y orientaron gran parte de su energía y sus ingresos a la compra de tierras, a la búsqueda de oportunidades de ennoblecimiento y a actividades de consumo suntuario. Estas últimas dieron pie para el florecimiento de las artes en muchas de las ciudades de la baja Edad Media; el "renacimiento" estuvo así ligado a las dificultades económicas de este periodo de crisis.
El clima de recesión fue acentuado por la situación monetaria, caracterizada por una caída de la circulación del oro y la plata. El aumento de los consumos suntuarios de la nobleza y el patriciado urbano debía pagarse con metales preciosos, especialmente en el Oriente, de donde se importaban especias, telas y otros productos de lujo. La producción de metales, especialmente de plata, decreció bastante durante los años de la crisis; a esto se añadió la disminución del comercio con el Sudán, de donde se había obtenido buena parte del oro que circulaba en Europa. Los precios internos en Europa, impulsados por la disminución de la demanda y la simultánea contracción del volumen de metal en circulación, parecen haber disminuido, lo que a su vez llevaba a nuevas disminuciones de la producción, en un círculo vicioso que sólo se rompería a fines del siglo XV.
La crisis, no obstante, afectó a los diversos países en forma muy desigual. Aquellos que habían desarrollado sus economías urbanas en mayor grado, y que contaban con un sistema artesanal gremial más firme, así como con una economía más monetaria, parecen haber sido los más afectados: éste fue el caso de Italia, Cataluña y algunas zonas de los Países Bajos. Pero donde era menor la vinculación con la vida monetaria, donde las ciudades eran menos independientes y las reglamentaciones urbanas y gremiales más débiles, el efecto de la crisis fue menor. Así, el norte de Europa respondió mejor a las nuevas condiciones, y poco a poco Flandes e Inglaterra desarrollaron una industria textil que comenzó a reemplazar la de Italia; en esos países los empresarios industriales establecieron sus talleres en el campo, o aprovecharon las horas libres de los campesinos para realizar algunas etapas del proceso de producción textil. España, productora de lana, se orientó a aquellos países, como proveedora de materias primas para su naciente sector industrial.
Tan importante como la crisis económica fue el proceso de pérdida de los poderes políticos y judiciales por parte de los señores. En el sistema sociopolítico feudal, buena parte de las funciones estatales había pasado a manos de los nobles, que habían recibido sus dominios en feudo de parte de un señor o monarca al que se ligaban por obligaciones personales de fidelidad y servicio. El desarrollo de la economía monetaria, las dificultades de algunos sectores de la nobleza o su agotamiento en guerras y rivalidades, el renacimiento de ideales derivados del antiguo derecho romano, contribuyeron a afirmar un proceso de fortalecimiento del poder de los reyes, que se expresó en la recuperación de la soberanía cedida a los señores feudales, en la aparición de burocracias y ejércitos reales y en el desarrollo de sistemas tributarios con alguna eficacia. Estos nuevos estados, en los que el monarca tenía una capacidad creciente de hacerse obedecer dentro de un territorio que comenzaba a corresponder a una nación, adquirieron así mayor capacidad para apoyar y proteger empresas más costosas y audaces, como aquellas ligadas a las nuevas aventuras imperiales.
Mientras tanto, las actitudes culturales de los habitantes de Europa habían cambiado bastante, sobre todo en las ciudades, donde el influjo de comerciantes, financistas, pilotos, geógrafos, etc., daba cierto énfasis a las preocupaciones mundanas y disminuía la importancia de las formas de pensamiento religioso. La cultura del "renacimiento", que se afirmó inicialmente en los centros urbanos italianos y se extendió a los demás países de Europa Occidental, aunque llena de elementos contradictorios, estuvo marcada por la crítica a la tradición dogmática de la Iglesia, la búsqueda de nuevas formas de religiosidad, la afirmación del individualismo, el creciente interés por el descubrimiento de los secretos del universo y del hombre y, por supuesto, por el redescubrimiento de las letras y las ciencias de la antigüedad.
El renacimiento de la ciencia experimental fue impulsado por motivos muy diversos, que iban desde la afirmación de una mentalidad más pragmática y la búsqueda de soluciones a problemas concretos por parte de artesanos, constructores e inventores hasta los esfuerzos más místicos por hallar las más recónditas claves de los secretos del universo, pasando por la especulación filosófica que abría el paso a nuevas formas de concebir la realidad. Pero hayan sido cualesquiera los motivos, el hecho es que la ciencia y la tecnología europeas se convirtieron hacia 1400 en las más avanzadas del universo, superando las creaciones chinas o del mundo árabe. Esta superioridad científica y tecnológica europea sería decisiva en los siglos siguientes y se haría cada día mayor; inicialmente, en el contacto con nuevos pueblos, resultó crucial la diferencia en dos áreas: la navegación y la guerra. Es probable que la mayor sofisticación y desarrollo de la tecnología agrícola hubiera sido a la larga más importante para explicar el conjunto de la evolución europea; en  términos inmediatos, sin embargo, los dos aspectos mencionados fueron decisivos. Los avances en la navegación, que se manifestaron en las técnicas de construcción de navíos -modificaciones en las formas de los cascos y el velamen y, hacia 1400, el uso del timón de cola,  que dio mucha maniobrabilidad a los buques- y en los conocimientos geográficos y astronómicos, hicieron posible lanzarse a alta mar y abandonar la limitación al Mediterráneo y a las cercanías de las costas atlánticas. Estos cambios, que abrían el Atlántico a la actividad de marinos y descubridores europeos, irían a afectar la posición de los estados occidentales, al permitir a Inglaterra, Francia, España y Portugal lanzarse a una actividad comercial que antes había estado centrada en Italia. Por otro lado, las formas de hacer la guerra fueron afectadas substancialmente con el descubrimiento de la pólvora, realizado por los chinos pero aprovechado en forma rápida y eficaz por los europeos. Hacia 1320 comenzó el uso de los cañones en Europa y unos 150 años más tarde se empezaba a generalizar el de armas de fuego manuales. Las armas de fuego y los avances en la navegación, unidos a otras ventajas culturales como el uso generalizado de la escritura y la disponibilidad de animales domésticos, en especial el caballo, permitieron a los europeos lanzarse a una etapa de descubrimientos y conquistas que inaugurarían, hacia 1500, una fase completamente nueva del desarrollo de la llamada cultura occidental: la de la expansión de la civilización europea, el sometimiento de los demás pueblos al dominio colonial por parte del Viejo Continente, y la unificación creciente del mundo bajo la tutela del capitalismo.
 ,

domingo, 14 de julio de 2013

China: Modelos de Desarrollo economico ( 2da Parte de 4 )

Dr. Julio A. Díaz Vázquez Profesor Titular Departamento de Macroeconomía , Centro de Investigaciones de Economía Internacional Universidad de La Habana.

CHINA: MODELOS DE DESARROLLO ECONÓMICO

Julio A. Díaz Vázquez

Las deformaciones creadas por el Gran Salto Adelante fueron sometidas a rectificación en 1961-1965 bajo la consigna de reajuste-consolidación completamiento
y elevación, condensadas en el llamado a caminar sobre las
dos piernas. 

Se propugnó un crecimiento más equilibrado de la industria y la
agricultura. El igualitarismo imperante en las comunas se debilitó a favor de
mayores incentivos materiales a la producción; los campesinos recibieron
autorización para explotar parcelas individuales.

La planificación fue reforzada, fueron reducidos los tamaños de las comunas,
aumentando su número hasta las 74 mil; estimuladas las actividades anexas
personales como la artesanía. 

Especial énfasis se puso en el fomento de la ciencia, la tecnología, la modernización, el incremento de la productividad, los sistemas de incentivos, los controles financieros y contables en las empresas. Así, la restauración moderada ejecutada propició un notable auge económico.

Entre 1963-1965 la RN mostró un elevación cercana al 15%; la producción
agrícola, en un 11%; la industria, en un 18%. Por primera vez, la industria ligera
aventajó el ritmo de incremento de la pesada, aunque las disponibilidades de
bienes de consumo no superaban los de 19576.

El pragmatismo que parecía imponerse en el ordenamiento de la economía del
país tenía como cabezas visibles a Liu Shao-qui, como presidente de la
República; Deng Xiaoping, Secretario General del PCCh7; y Zhou En-lai, en el
cargo de Primer Ministro.

Sin embargo, entre 1962-1965, Mao emprendió una crítica a las políticas
económicas aplicadas, en particular en la agricultura. Enfiló las diatribas contra
la cierta autonomía concedida al sector y al cultivo de las parcelas individuales
por los campesinos. Denunció una supuesta facción burguesa en el PCCh que
procuraba volver al capitalismo, al apoyar el empleo de mecanismos y palancas
mercantiles e incentivos materiales.

La señal para el despliegue de una tercera opción de desarrollo económic-osocial,
la Gran Revolución Cultural Proletaria, la dio el dazibao (periódico mural) colgado en la pared de la Universidad de Beida (Beijing, 6/1966). En la puerta del Comité Central del PCCH (5/8/1966) Mao colocó su propio dazibao, cuyo título bombardeen los estados mayores resultó todo un programa. (6).

Rápidamente se desató una virulenta campaña contra los cuadros del Partido y
dirigentes estatales acusados de defender la línea capitalista. De los líderes
represados, entre otros, figuraron Liu Shao-qui y Deng Xioaping (8).}

La punta de lanza de la ofensiva de las masas destapada por la revolución
cultural, recayó en los guardas rojos, destacamentos de la juventud seducidos
por el culto a la personalidad de Mao. El radicalismo doctrinal izquierdista
instaba a combatir lo antiguo y burgués. 

A fines de 1967, una vez borrada la oposición dentro del Partido, y consolidados los dictados y el lugar protagónico de Mao, se procedió a la reordenación social -- proceso en el que también ejercieron influencia factores externos --, al ajuste de la economía a parámetros de naturalización y suprimir elementos monetarios-mercantiles. 

La avanzada de los guardias rojos fueron desligadas; la gran mayoría fue enviada al campo.

La economía sufrió un duro retroceso de 1966-1968. La planificación fue
desarticulada, los comités de fábricas del Partido desplazaron a los gerentes y
los resortes monetarios e incentivos materiales fueron liquidados. 

Los vínculos empresariales se naturalizaron y las relaciones de mercado se anularon en la
práctica. La agricultura retornó al colectivismo de las comunas; las áreas
privadas cultivadas disminuyeron del 15% al 5%. Los mercado-bazars y ferias
libres casi desaparecieron. Pero, resultó paradójico que la industria rural fuera
estimulada como complemento de las actividades agrícolas. 

Tampoco faltó en este curso del desarrollo económico-social de China la
glorificación de las virtudes, en mucho inspirado en las experiencias del período
heroico de Yenan; y se intentó entronizar el llamado modelo maoísta;
encarnación ideal de un socialismo austero. 

Esta peculiar concepción social justificó el envío de intelectuales, profesionales y citadinos al campo para aprender de las fortalezas del proletariado. Modelo que la izquierda socialista identificó como opuesto a la ortodoxia del proyecto europeo del socialismo real.

El desempeño económico sufrió la caída de la producción de casi un 14% en
1967 y de un 5% en 1968. La agricultura decreció cerca de un 3%; solo los
ramos vinculados con la defensa y la industria espacial mostraron índices
positivos. 

China explotó con éxito su primera bomba atómica en 1964; y en 1970 puso en órbita el primer satélite. El IV Plan Quinquenal (1968-1972) intentó relanzar las tareas económicas: la tasa de acumulación fue del 37%; el incremento del producto bruto interno (PIB) se fijó en el 6%. 

El crecimiento medio de la producción industrial mostró los males que aquejó a la economía entre1956-1975. En 1953-1957 la industria pesada creció un 25% y la ligera un
13%; en 1975 fue de un 1% y un 2%. El PIB en 1965-1976 aumentó en un 5%. 

El V Plan Quinquenal (1973-1977) siguió la tónica del anterior, al intentar
estabilizar el desarrollo económico del país y paliar la irracionalidad del
remolino tormentoso entronizado en los años de la revolución cultural(9).

En este tiempo se trató de estimular la producción combinando en algo la sensatez
económica con la movilización social en torno a los objetivos productivos.

Finalmente, intentar un juicio pleno de lo que significaron las concepciones de
Mao, a partir de 1958, en lo que respecta a la formación de un modelo de
(7) socialismo chino que se convirtiera en paradigma mundial, resulta una meta
que rebasa los propósitos de este trabajo. 

Además, cuanta el agravante de la ausencia de una valoración científico-académica integral, que tenga en cuenta, ante todo, los involucrados que vivieron y soportaron en carne propia las consecuencias de aquellas gigantescas agitaciones de masas, y sus efectos
directos en la población de China (10).

Sin embargo, una valoración futura desconoserá, entre sus secuelas que, el
Gran Salto y luego la Revolución Cultural, dieron al traste con las ciencias
económicas en 1958-1975. 

La política en el puesto de mando se impuso como método y guía práctica para las soluciones económicas. Más tarde, al tomarse como base la lucha de clases, se generalizaron en las ciencias sociales los métodos políticos. 

Primó la tendencia a simplificar, absolutizar y llevar a esquemas carentes de contenido los temas de la economía política y la problemática social; ejemplo supremo, el Libro Rojo con citas extraídas de diversos pronunciamientos Mao y elevadas a cánones de verdad absoluta.

Tampoco puede ignorar que China logró avances significativos en el desarrollo
económico, la educación, la salud (los médicos descalzos), igualdad de géneros, etc. 

Por otro lado, lo alcanzado en la industrialización del país se logró sin apenas urbanización, pues los miembros de los diferentes sectores laborales –campesinos, obreros y empleados – carecían de movilidad y, por lo regular, el lugar de trabajo era intransferible y vitalicio; política que privilegió al sector obrero citadino. 

Los campesinos en particular, estaban sujetos al hukou (permiso de residencia), que los ataba a la aldea de por vida.

Por otra parte, China careció, durante la formación del peculiar modelo maoísta de desarrollo económico de un sistema de seguridad social estructurado centralmente. La empresa ofrecía trabajo de por vida, jubilación, vivienda,salud, círculos infantiles, etc. Fue bautizado como el de la garantía de los tres cuescos de hierro.  En el campo, primó el llamado comer de la olla común. 

Hoy, subsisten dudas del costo de vidas humanas – no hay cifras oficiales; las
usadas, mayores que las de la II Guerra Mundial son estimaciones que difieren
según las fuentes -- ocasionadas por el experimento maoísta.

Por último, no puede dejar de citarse que las concepciones de Mao confirmaron
que la política externa es continuación de la interna. Las razones de Estado
encontraron materialización en la división geopolítica de los tres mundos: uno
hegemónico, Estados Unidos y la URSS; otro, países desarrollados, incluido
Japón y los socialistas; el tercero, los países – más China -- subdesarrollados.

Destapado el conflicto chino-soviético, Mao consideró que el país era el bastión
de la revolución mundial, utilizó toda clase de asociaciones, incluidas aquellas
con las fuerzas más reaccionarias; y en lo internacional, alentó grupos políticos
tan deleznables como Sendero Luminoso (en Perú); apoyó los sangrientos
regimenes de Pot Pol, en Camboya, y el de Pinochet en Chile.

En resumen, la obsesión maoísta por sentar las bases de una sociedad en
revolución permanente parece confirmar que, todo intento de crear un sistema
económico que posibilita administrar con éxito la pobreza, resulta incapaz de
de generar y distribuir riqueza; sin pasar por alto que, en el caso especial de
( 8) China, la herencia autoritaria que asumió Mao está unida a un legado histórico
de más de 2 mil 200 años.

V

La muerte de Mao ((9/1976) trajo un período renovador en todo el entramado
de la sociedad china. 

El interregno 1976-1978 constituyó un momento de transición que afianzó a las fuerzas políticas que pugnaban por impulsar cambios en el en el curso socio-económico y político en el país. 

Así, VI Plan Quinquenal (1976-1980), imbuido de las prioridades otorgadas a la reanimación económica, resultó semiparalizado por la fragilidad y reajustes políticos
desencadenados luego de la desaparición de Mao. 

En lo social, el panorama se complicó por las devastadoras secuelas del gigantesco seísmo que asoló varias zonas industriales del país.

En lo político, la eliminación de la Banda de los Cuatro (cuarteto que nucleó la
viuda de Mao); la sustitución de Hua Kuo-feng -- Primer Ministro desde 1976 y
Presidente del PCCh hasta 1981--; la rehabilitación de Deng Xiaoping, en
1977 (11); le siguió el ascenso a la Secretaria General del Partido de Hu Yaobang,
en 1981; eventos todos que proyectaron renovadores horizontes en el devenir
histórico del país (12). 

Quedó, así, despejada la vía para que en la II Sesión Plenaria del Comité Central (18-22/12/1978) fueran resumidas tanto las experiencias positivas como negativas habidas en la senda socialista de China.

El cónclave aprobó la propuesta de Deng Xiaoping de realizar la renovación
económico-socio-política del país, en alrededor de 100 años, partiendo del
surgir de la Nueva China en 1949 (13). 

La reunión sancionó las bases y direcciones de las cuatro modernizaciones, proyecto que propuso Zhou Eng-lai, ante la Asamblea Popular Nacional (APN) en 1964 y 1975 sin éxito.

Por otro lado, a fines de los años 70 del pasado siglo, en el país concurrían
factores internos, externos y políticos que favorecían y a la vez hacían
impostergables impulsar el crecimiento, el desarrollo económico-social, así
como asimilar lo más avanzado de la moderna ciencia y tecnología. 

Para entonces en China eran evidentes la pobreza, el atraso y el subdesarrollo; en
1978, la renta per cápita era del 10% y del 2% con respecto a las de la URSS y
Estados Unidos. 

Según cifras oficiales, casi 100 millones personas vivían al borde el hambre; determinados índices registraban deterioros en relación con los de mediados de la centuria.

Para encarar los objetivos trazados, China no optó por regresar al modelo
soviético probado en los años iniciales del triunfo revolucionario. 

La política económica de Reforma y Apertura entronizada a partir de 1979, parece que
encontró en el contexto geográfico versiones atrayentes de economías
dinámicas, con activo protagonismo estatal en la dirección económica y
métodos de gestión anclados en eficientes mecanismos mercantiles, así como
orientación prioritaria al mercado mundial, aunque en una u otra medida
exhibían abundantes ingredientes autoritarios.


China: Modelos de Desarrollo Economico

Dr. Julio A. Díaz Vázquez Profesor Titular Departamento de Macroeconomía
Centro de Investigaciones de Economía Internacional Universidad de La
Habana.

CHINA: MODELOS DE DESARROLLO ECONÓMICO
Julio A. Díaz Vázquez


Introducción

Al intentar una recapitulación de los modelos de desarrollo económico aplicados desde la fundación de la Nueva China, por convención, pueden enmarcarse en dos grandes períodos. 

En los inicios de la primera etapa,tuvieron de base, en lo fundamental, los patrones del modelo económico
soviético; y posteriormente, estructurados al influjo de las políticas económicas impulsadas por Mao Zedong entre 1958-1976. 

La segunda fase, transcurre desde 1979-2006 inspirada en los nuevos rumbos marcados por las cuatro
modernizaciones (agricultura-industria-ciencia-tecnología-defensa), adoptadas al calor de la reforma y apertura económica encabezada por Deng Xiaoping.

El 1 de octubre de 1949 se constituyó la República Popular China (RPCh). Al presentar la integración del Gobierno en la Plaza de Tiananmen, el tiempo confirmó la profética expresión de Mao: la nación no será más un país humillado. Nos hemos puesto de pie. 

No obstante, el novel Estado heredó un país en ruinas, con un atraso económico de milenios, con presencia de tipos de economías feudales, semifeudales, semicoloniales y manifestaciones de relaciones capitalistas poco desarrolladas. 

Igualmente, la nación se encontraba asolada por las secuelas de las luchas internas y doce años de guerra, sumida en una profunda crisis económica, prácticamente sin vías de comunicaciones, una galopante hiperinflación, así como una enorme masa de desempleados.

Por otra parte, no puede ignorarse que desde el segundo tercio del siglo XIX, en la práctica, las compañías extranjeras había neocolonizado al país, con predominio en el comercio, los ferrocarriles, las líneas de navegación, así como las inversiones en la industria. 

China no desarrolló una burguesía autónoma surgida por evolución natural, sino como intermediaria, compradora y dependiente estrechamente del mercado internacional (1). Sus representantes no
llegaron a vertebrar una clase autóctona, capaz de dictar sus intereses a los demás grupos sociales. Debió apoyarse en las fuerzas más reaccionarias y someterse al imperialismo para usufructuar parte de la plusvalía y buscar aliados contra la revolución agraria y nacional.

Para iniciar las tareas que exigían la reconstrucción del país y enfrentar las grandes transformaciones que urgían en todos los ámbitos de la vida económico-político-social, la base de partida técnico-material era en extremo débil. La nación desarticulada socialmente por las consecuencias de largos años de guerras y penurias, prácticamente vivía al borde del caos.

Algunos índices evidencian con demasía los asertos anteriores. La producción de cereales apenas rozaba los 113 millones de toneladas para una población cercana a los 650 millones de habitantes; la industria raquítica y de nivel dsigual disponía de técnicas antidiluvianas. La producción de hilo de algodón era solo de 327 mil toneladas; unos 1800 millones de m2 de tejidos; 160 mil toneladas de acero; 32 millones de toneladas de carbón; 21 mil 800 km de líneas férreas existentes, de las cuales cerca de la mitad estaban fuera de uso.

La masa de desempleados en las ciudades sumaba millones de parados; la inflación alcanzaba tasas astronómicas; la renta per-cápita frisaba los 40dólares anuales. En resumen, la población vegetaba en medio del hambre, la miseria y las enfermedades. Revertir este calamitoso estado se constituyó en
tarea impostergable de la Revolución recién instalada en el poder.

II

La etapa de la reconstrucción se apoyó en un programa político basado en una alianza interclasista constituida por obreros, campesinos, pequeña burguesía y una débil burguesía doméstica, no vinculada con el invasor nipón ni al capital extranjero (2).

Asociación simbolizada en las cuatro pequeñas estrellas de la bandera nacional. Esta fórmula soslayó, los regimenes del tipo de dictadura del proletariado como el de las democracias populares surgidas en el ámbito
centro-europeo. 

Así, 1949-1952 transcurrió bajo la fórmula de la Nueva Democracia que, en estricto sensu, es posible identificar con la fase democrático-burguesa en el proceso revolucionario socialista de China.

Dentro del trienio 1949-1952 se estructuró un Programa Común para el desarrollo económico del país, con el propósito de lograr la recuperación económica en breve tiempo. Para finales de 1952 las medidas reactivación y los cambios introducidos en la economía industrial, agrícola y en el comercio
rindieron frutos.  Se logró que las principales producciones agropecuarias e industriales superaran los niveles máximos alcanzados antes de la guerra.

En 1950 se aplicó una reforma agraria que eliminó a los grandes señores feudales y propietarios rurales ricos. Para fines de 1952 ya se habían distribuidos 43 millones de ha que beneficiaron a unos 300 millones de campesinos pobres. 

Fue confiscado el capital burocrático, las industrias y comercio cuyos propietarios huyeron del país. Asimismo, iguales medidas nacionalizadoras se aplicaron a las empresas extranjeras, bancos ferrocarriles
y grandes capitalistas nacionales.

En las actividades artesanales se estimuló la formación de cooperativas; se favoreció el ordenamiento de un mercado nacional único, mediante la integración de los pequeños comerciantes, vendedores ambulantes y
cooperativas comerciales. A la vez, se combatió con firmeza la especulación, el juego, prostitución, así como establecieron rígidos controles de precios.

Una peculiaridad específica de China, en relación con otros procesos socialistas, lo constituyó el peso relativo en la producción de bienes de amplio consumo popular que poseían los pequeños y medianos empresarios capitalistas. 

A este sector se le otorgaron ciertas libertades de maniobra; se asociaron sus producciones a los requerimientos estatales, a través de la compra de los productos, suministros de materias primas, financiamientos,participación en los beneficios pero, manteniendo los dueños la dirección de
sus actividades. (2).

Asimismo, la unificación territorial continental (excepto en los enclaves coloniales de Hong Kong y Macao) dotó a China, por primera vez, en cientos de años, de un único poder central. Igualmente, a la irrupción de una nueva clase de campesinos propietarios, susceptibles de comprar, vender y alquilar
sus tierras, se sumaron los logros evidentes en todas las esferas de la sociedad que sirvieron para consolidar y afianzar la base popular del nuevo poder constituido en el país.

Al mismo tiempo, las finanzas fueron reformadas con la fundación del Banco Popular de China (BPCh); confiriéndosele a esta institución todos lo derechos de emisión de papel moneda, así como la asignación y control financiero y curso monetario de la nación. Quedó instituido el signo legal de la moneda de
la nación con la introducción del renmimbi (moneda del pueblo) que se subdividió en la denominación de yuan (billete monetario principal), acompañado de otras fracciones de acuñaciones metálicas. 

Así, al concluir 1952 la RPCh había estructurado una economía mixta; integrada por un sector estatal (socialista), el cooperativo (capitalista-estatal),privada, el individual artesano y el campesino. Aunque, persiguiendo los objetivos propuestos de construir el socialismo tuvo prioridad todo lo que
tendiera a fortalecer el desarrollo de las ramas estatales; entendidas como garantes del futuro y condición indispensable para reformar las demás sectores de la economía.

El dinamismo logrado en el trienio encontró reflejo en el auge del producto nacional bruto (PNB) en cerca de un 20%; del 34% en las ramas industriales y del 16% en la producción agrícola. La infraestructura mostró crecimientos y desarrollo impresionantes. Esta actividad se benefició del empleo masivo de destacamentos del ejército en la restauración de las fías férreas, construcción de caminos y carreteras y otros medio de comunicación. Mientras, las inversiones en esta esfera se incrementaron en casi cuatro veces.

III

Los éxitos obtenidos en la reconstrucción del país en el trienio 1949-1952 dieron fundamentos para que, en 1953-1957, fuera puesto en marcha el I Plan Quinquenal de Desarrollo Económico-social de China. 

En lo esencial, se inspiró en la experiencia soviética orientada a la rápida industrialización del país, con
especial énfasis en la industria pesada y la socialización de la agricultura; esta última tuvo tres ejes: autosuficiencia alimentaria, generar excedentes para la acumulación productiva y facilitar mano de obra para el desarrollo industrial.

Otro objetivo político-económico contempló la eliminación gradual de la propiedad privada, con trato diferenciado a seguir en el campo y la ciudad (3)
.
Siguiente esta última orientación en 1953-1956 fue nacionalizado el sector privado urbano; una gran mayoría de propietarios se transformaron en rentistas públicos. 

El Estado fijó las metas productivas, suministró materias primas y distribuía la producción; en contrapartida los empresarios recibían bonos que rentaban determinados tipos de interés. Así, a fines de 1956 más de 60 mil instalaciones fabriles y 280 mil comercios mixtos (privados-estatales) operaban nacionalmente; otros 20 mil pequeños negocios y 2 millones de reducidos comercios fueron organizados en cooperativas.

El sector agropecuario, desde 1953 fue transformándose al pasar de los equipos de ayuda mutua (grupos de 6-7 familias) que usaban unidamente las herramientas, animales y suelos, a formas más avanzadas de cooperación. 

La tierra, equipos, el trabajo y otros recursos eran compartidos, aunque conservando la propiedad de los medios de producción. En 1956 el 96% de los campesinos y el 90% de la tierra cultivable se agruparon en cooperativas de producción. Entre 1952-1957 los cambios de signo en las formas de propiedad
fueron significativos. 

Pero, el sector agrario chino no escapó al destino que ha estado presente en las experiencias socialistas conocidas: vender barato-comprar caro. Además, soportó elevados impuestos; se programó que aportara el 80% del fondo inversionista.  

A la vez, la densidad demográfica obstaculizó la mecanización agrícola, necesaria a la rápida elevación de la productividad del trabajo.

Igualmente, el Plan se benefició de la amplia y multifacética colaboración con los países socialistas, en especial con la URSS. Se involucró en la construcción del núcleo central de las obras (156) para el desarrollo de la industria pesada; envió unos 3 mil especialistas; recibió en Moscú 12 mil estudiantes, así como facilitó abundante documentación científico-técnica. Aunque los recursos inversionistas externos rozaron solo el 3% del total de lo invertido. 

Los intercambios comerciales con el bloque de Europa Oriental y la URSS, desde 1954, alcanzaron el 80%. Factor que sirvió para contrarrestar las restricciones impuestas por los socios comerciales occidentales, así como el positivo papel que desempeñó la implantación del monopolio del comercio exterior.

El I Plan Quinquenal 1953-1957 arrojó resultados innegables. La renta nacional (RN) creció a un ritmo anual cercano al 9%; la producción industrial al 18% y la agricultura al 4.5%. Los precios sostuvieron una estabilidad positiva, lo que proporcionó una sensible mejoría en el nivel de vida de la población; éxitos que
no estuvieron exentos de costos sociales y económicos. Así, en el VIII Congreso del PCCh (9/1956), entre otros documentos, se aprobó las líneas generales para el II Plan Quinquenal de Desarrollo de la Economía Nacional (4) (1958-1962). 

En lo esencial, mantuvo el mismo rumbo estratégico seguido, el  ya probado modelo económico clásico soviético.

IV

Sin embargo, según diversos sinólogos palpitaban entre telones en la cúpula del PCCh sutiles diferencias. 

Una favorecía las pautas probadas; la otra abogaba por acelerar el proceso de cambios económico-sociales apoyado en las propias fuerzas, e involucrar mediante el entusiasmo a la población en la
movilización masiva. 

Mao y otros dirigentes serían los abanderados de esta segunda ruta. Conclusión que es factible deducirla de varios trabajos de Mao, entre otros, sobre las diez grandes relaciones (4/1956); se interpretó como un
llamado al abandono del modelo soviético; sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo (27/2/1957); y posteriormente, que cien flores se abran y compitan cien escuelas ideológicas (4).

Así, 1958 marcó un nuevo derrotero en el devenir de la sociedad china, con el paso a la línea propugnada por Mao. Surgió una nueva ortodoxia socialista; la consigna que el desarrollo económico quedara concentrado en veinte años en un día se materializó en la política del Gran Salto Adelante; generalizó las
Comunas Populares. 

En (4/1958) 43 mil campesinos de la provincia de Hunan, integrantes de 27 cooperativas agrícolas, decidieron agruparse para cultivar mejor la tierra, construir industrias locales, cavar canales de riego, trazar
caminos, levantar escuelas, etc.; en una palabra, avanzar hacia rápidos
progresos en las áreas económico-sociales.

La revolucionaria asociación fue bautizada con el nombre de Sputnik. El (7/81958) fueron publicados sus estatutos; el (29/8/1958) el Pleno del Comité Central del PCCh adoptó su resolución histórica que festejó el nacimiento, y deseó la multiplicación de las comunas populares. 

Antes de fin de año unas 740 mil cooperativas agrícolas dieron paso a 26 mil comunas. Cada una
agrupó, por término medio, unas 5 mil familias. En lo orgánico y estratégico, parecieron constituir unidades básicas de organización del Estado y la sociedad de China. 

Su accionar abarcó, de modo integral, aspectos económicos, sociales, políticos e incluso militares.

Las comunas constituyeron estructuras cercanas a Estados en miniatura. El régimen financiero era dominado desde el Gobierno Central. Pero, las asociaciones controlaban las relaciones con el exterior, así como el sector nacionalizado: depósitos de maquinarias, talleres de reparaciones, pequeñas industrias auxiliares, etc. 

En las instancias inferiores, fueron delegadas responsabilidades en las brigadas (prefecturas) que supervisaban los equipos de base, esto es las municipalidades.

La planificación y el control centralizado de las empresas se redujeron hasta un  27%; la mayoría de las unidades productivas quedaron sujetas a las autoridades locales, regionales o provinciales. La estrategia consistió en que el crecimiento económico-social acelerara la revolución; todos los sectores de producción tendrían misiones iguales, con atención especial a la agricultura.Los objetivos de inversión no se centraron en grandes unidades; se enfatizó en (5) las tendencias igualitarias en las fábricas – y fuera de ellas -, para conjurar el surgimiento de diferencias en lo social entre los obreros, campesinos y otros
grupos de la población.

Mientras, el desempeño económico de 1958-1962 ofreció rasgos dispares al tratar de conjugar elementos de racionalidad económica, y por otro lado,sustentar las medidas aplicadas en la economía sobre pilares subjetivos, ideológicos y movilizativos. El II Plan Quinquenal resultó un fracaso. El balance
del Gran Salto indica que redujo el ritmo de crecimiento de la RN hasta un 3% anual; la producción agrícola cayó en un 4%; y se agudizaron las diferencias estructurales de la economía( 5). 

En lo humano, quedó la tragedia de la hambruna con un saldo de muertes estimado en 30 millones de personas.