Ell Complejo Militar - Industrial. D. Eisenhower
El origen del término “complejo militar – industrial” se lo debemos a Dwight D. Eisenhower, que en su discurso
de despedida de la presidencia advirtió de la creciente influencia que
estaban comenzando a tener sobre la política de l país los militares y
los industriales del armamento y la alta tecnología.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial EEUU desmovilizó en gran manera su ejercito convencional y comenzó a replantearse la estructura de la Defensa del país. Ante
la paranoia suscitada por la URSS y por el adelanto que les tomó esta
en la carrera espacial, EEUU vio crecer de manera espectacular la
industria de alta tecnología vinculada a su vez a la industria
armamentística a partir sobre todo de mediados de los años 50.
Ese crecimiento dio origen a grandes empresas relacionadas directa o indirectamente con la industria de Defensa.
Estas industrias provistas de enormes subvenciones estatales comenzaron
a crecer devorando cada año, cantidades ingentes del presupuesto.
En 1960, Dwight D. Eisenhower, terminaba su segunda legislatura y en su discurso de despedida a la nación, sorprendió a propios y extraños al hacer una referencia expresa a esta industria pujante a la que denominó literalmente “complejo militar – industrial”.
Alertando sobre la amenaza implícita que representaba para las
estructuras democráticas este “complejo militar – industrial” que el
mismo había colaborado en su crecimiento, advirtió acerca de la
presencia cada vez mas extensa y constante de esta en la vida publica y
privada de la sociedad americana y de cómo
El testimonio de Eisenhower que gira en torno a este “complejo
militar – industrial”, refleja muy probablemente una grave preocupación
por la creciente influencia de este sobre los representantes políticos y
sobre los propios militares. Sino ¿por que un político
como Eisenhower, de reputación intachable sobre el americano medio, ex
general del ejercito y comandante supremo de las Fuerzas de invasión en
Europa en 1944, iba a exponer semejante preocupación en su discurso de despedida, si no fuera por que realmente tenía verdaderas razones para estar preocupado?
“Hasta el último de nuestros conflictos mundiales, los Estados
Unidos no tenían industria armamentística. Los fabricantes
norteamericanos de arados podían, con tiempo y según necesidad, fabricar
también espadas. Pero ahora ya no nos podemos arriesgar a una
improvisación de emergencia de la defensa nacional; nos hemos visto
obligados a crear una industria de armamentos permanente, de grandes
proporciones. Añadido a esto, tres millones y medio de hombres
y mujeres están directamente implicados en el sistema de defensa.
Gastamos anualmente en seguridad militar más que los ingresos netos de
todas las empresas de Estados Unidos.
Esta conjunción de un inmenso sistema miltar y una gran industria
armamentística es algo nuevo para la experiencia norteamericana. Su
influencia total (económica, política, incluso espiritual) es palpable
en cada ciudad, cada parlamento estatal, cada departamento del gobierno
federal. Reconocemos la necesidad imperativa de esta nueva evolución de
las cosas. Pero debemos estar bien seguros de que comprendemos sus
graves consecuencias. Nuestros esfuerzos, nuestros recursos y nuestros
trabajos están implicados en ella; también la estructura misma de
nuestra sociedad.
En los consejos de gobierno, debemos estar alerta contra el
desarrollo de influencias indebidas, sean buscadas o no, del complejo
militar-industrial. Existe y existirán circunstancias que harán posible
que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos.
Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en
peligro nuestras libertades ni nuestros procesos democráticos. No
deberíamos dar nada por supuesto. Sólo una ciudadanía entendida y alerta
puede obligar a que se produzca una correcta imbricación entre la
inmensa maquinaria defensiva industrial y militar, y nuestros métodos y
objetivos pacíficos, de modo que la seguridad y la libertad puedan
prosperar juntas.
Similar, y en gran medida responsable por los profundos cambios
de nuestra situación industrial y militar, ha sido la revolución
tecnológica durante las décadas recientes.
En esta revolución, la investigación ha tenido un papel central;
también se vuelve más formalizada, compleja, y cara. Una proporción
creciente de la misma se lleva a cabo bajo la dirección, o para los
fines, del Gobierno Federal.
Hoy, el inventor solitario, trasteando en su taller, ha sido
desplazado por ejércitos de cientríficos en laboratorios y campos de
pruebas. De la misma manera, la universidad libre, la fuente histórica
de las ideas libres y del descubrimiento científico, ha experimentado
una revolución en la manera de llevar a cabo la investigación. En parte
por las enormes cantidades que conlleva, un contrato con el gobierno se
vuelve virtualmente el sustituto de la curiosidad intelectual. Por cada
antigua pizarra hay ahora cientos de nuevos ordenadores electrónicos.
La perspectiva de que los académicos de la nacion puedan llegar a
estar dominados por el Gobierno federal, por la concesión de proyectos y
por el poder del dinero, está más que nunca ante nosotros, y es un
riesgo que debe considerarse muy seriamente.
Aun teniendo el respeto debido a la investigación y los
descubrimientos científicos, también debemos estar alerta ante el
peligro contrario e igualmente serio de que la política que ha de velar
por el interés público se vuelva cautiva de una élite
científico-tecnológica.
Es tarea de los hombres de Estado dar forma, equilibrar e
integrar a estas y otras fuerzas, nuevas y viejas, en el seno de los
principios de nuestro sistema democrático — persiguiendo siempre los
fines supremos de nuestra sociedad libre.
Otro factor en el mantenimiento del equilibrio tiene que ver
con el factor tiempo. Al atisbar el futuro de nuestra sociedad, debemos —
vosotros y yo, y nuestro gobierno– evitar la tendencia a vivir
únicamente para el día de hoy, saqueando por comodidad y facilidad los
preciados recursos del mañana. No podemos hipotecar los bienes
materiales de nuestros nietos sin arriesgarnos a que se pierda además la
herencia política y espiritual que les dejamos. Queremos que la
democracia sobreviva para todas las generaciones por venir, no que se
transforme en el fantasma insolvente del mañana.
Por el largo camino de la historia que aún se ha de escribir,
Norteamérica sabe que este mundo nuestro, que cada vez se vuelve más
pequeño, debe evitar convertirse en una comunidad de horribles temores y
odio, y ser, en cambio, una orgullosa alianza de confianza y respeto
mutuo.
Una alianza tal ha de ser entre iguales. Los más débiles deben
venir a la mesa de conferencias con la misma confianza que nosotors,
protegidos como estamos por nuestra fuerza moral, económica, y militar.
Esa mesa, aunque marcada por las cicatrices de muchas frustraciones
pasadas, no puede abandonarse en favor de la agonía segura del campo de
batalla.
El desarme, con honor y confianza mutuos, sigue siendo un
imperativo. Juntos debemos aprender cómo solucionar nuestras diferencias
no con las armas sino con el intelecto y las intenciones decentes.
Precisamente porque esta necesidad es tan vital y evidente, confieso que
abandono mis responsabilidades oficiales en este campo con un claro
sentimiento de decepción. Como alguien que ha sido testigo del horror y
la tristeza que deja la guerra — como alguien que sabe que otra guerra
podría destruir totalmente esta civilización que se ha construido tan
lentamente y con tantos sacrificios a lo largo de miles de años —
desearía poder decir esta noche que hay una paz duradera a la vista.
Felizmente, puedo decir que se ha evitado la guerra. Se ha
llevado a cabo un progreso continuado hacia nuestra meta última. Pero
queda tanto por hacer. En tanto que ciudadano particular, nunca dejaré
de hacer lo poco que pueda para ayudar al mundo a avanzar por ese camino.”
…
FUENTES
Discurso en inglés http://coursesa.matrix.msu.edu/%7Ehst306/documents/indust.html
Traducción en castellano : http://garciala.blogia.com/2006/012803-eisenhower-mismo.php
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