Padres y Adolescentes
La pregunta que surge entonces es: ¿A quién tenemos que recibir primero, al adolescente, a sus padres, a todos conjuntamente?
La etapa de la adolescencia aparece delimitada y estudiada recién en el siglo XX. Con anterioridad el paso de la niñez a la edad adulta venía definido por la necesidad de sustento y de trabajo.
La adolescencia es una etapa precedida por la pubertad, etapa en la que se producen una serie de cambios tanto fisiológicos como psicológicos según iremos viendo.
La adolescencia empieza alrededor de los 13 años y se la conoce por adolescencia temprana, prolongándose hasta los 18 años y hoy en día mucho más, y todos tenemos pacientes o conocemos casos de adolescencia tardía que a veces se prolonga hasta la treintena o incluso nos encontramos con mas
de un “adolescente tardío” que ronda la cincuentena.
En psicoanálisis para entender la adolescencia tenemos que pensar en el narcisismo de las diferencias generacionales y por lo tanto con un concepto que en psicoanálisis es muy importante: el de castración.
Castración quiere decir que no todo es posible, quiere decir diferencias, quiere decir diferencia de sexo y de generaciones. Lo más importante de la castración en relación a la diferencia y a nuestro trabajo clínico, como señaló Freud en su artículo sobre la negación, es que solo se puede empezar a
pensar cuando hay diferencia.
Cuando se produce una identificación entre deseo y objeto buscado, no hay pensamiento sino descarga. Freud también se refiere a esto en el Proyecto de Psicoanálisis y en el capítulo VII de La Interpretación de los sueños”, cuando habla de la primera experiencia de satisfacción.
Algunos autores como P. Bloss han definido la adolescencia como esa etapa de tránsito de duelo, en la que el joven se tiene que despojar del ropaje de su niñez, y en la que también se vuelve a enfrentar a toda la conflictiva edípica que en muchos casos se creía superada.
Se produce lo que Freud llama la acometida del segundo tiempo de la sexualidad, en la que la sexualidad surge con más virulencia que en la infancia, pero que es una sexualidad marcada por la trayectoria que haya tenido en su infancia temprana.
Es la etapa en la que más que nunca tendrá que enfrentarse a los requerimientos del Ideal del Yo, del Superyo, frente a las pulsiones que brotan y que pugnan por ganar terreno.
Tendrá que abandonar una vez mas ese lugar privilegiado de Yo Ideal para pasar de ser objeto a ser sujeto, para descubrir su identidad, su lugar, quién es mas allá de la pertenencia a una familia, mas allá de sus progenitores y qué quiere ser y donde se quiere ubicar.
Ya Freud en “La Novela familiar del neurótico” nos habla de la importancia del desasimiento de la autoridad familiar como un proceso necesario y doloroso del desarrollo, cuando esto fracasa nos encontramos con la neurosis.
EL proceso que tiene que efectuar el adolescente parte por un posicionamiento diferente al que tenía de niño, se tendrá que confrontar con la insuficiencia de la figura paterna lo cual le lleva a vivenciar un cierto
desamparo, tendrá que pasar por momentos de búsqueda, apertura e interrogación. Va a tener que cuestionar su subjetividad, indagar acerca de su constitución o su disolución.
El adolescente se enfrenta con la caída de los ideales de los padres y la angustia de su propio desasimiento. Los padres de la infancia que estaban colocados en el lugar de héroes omnipotentes, sabedores de todo caen de ese lugar tan idealizado y son cuestionados, lo que produce desamparo y fragilidad.
La crisis de la adolescencia también viene sujeta a la familia del joven, a su entorno, a la forma de reaccionar de esos padres que en presencia del joven se sienten muchas veces turbados, desconcertados y no saben muy bien qué viraje y que posición deben asumir para preservar su lugar de padres idealizados y no convertirse como ocurre en algunos casos en colegas de sus hijos con tal de no perderlos y de no sentirse cuestionados.
Otros padres en cambio asumen posiciones de autoritarismo ya que ven tambalear su lugar de autoridad, de ley, y lo que consiguen es justamente lo contrario de lo que desearían, adolescentes mucho más rebeldes., con los que la convivencia supone un constante desencuentro y enfrentamiento o bien
también conseguir adolescentes muy sometidos.
Es preferible el rebelde porque cuestiona desde su mundo interno la ley del otro y es un modo de
incorporarla, de terminar de constituir su superyo. En cambio para el sometido la ley es del otro, esta fuera y puede quedar aniquilado subjetivamente o bien como un psicópata sometido a la ley del otro sin su superyo, sin consciencia moral y por lo tanto puede terminar produciendo descargas pulsionales con la única preocupación de no ser sorprendido por la autoridad.
La crisis también lo es para los padres, para la organización familiar, el hijo renuncia a los padres idealizados de la infancia y los padres deben efectuar toda una reacomodación que no resulta fácil, por mucho que en algunos momentos apelen a la autoridad “debes obedecerme porque soy tu padre”, ellos también se tendrán que enfrentar a la incertidumbre de su propia posición.
Como dice Bernardo Arensburg: los padres también tienen que enfrentarse con el hecho de no tener el hijo que les hubiera gustado ser y con no ser los padres que les hubiera gustado tener. Para entender al adolescente tenemos que adentrarnos tanto en su historia como en su prehistoria, perdernos en ella para poder acceder a su reconstrucción.
Se habla mucho de lo que representa la adolescencia siempre referida a los jóvenes, sin embargo también los padres están implicados porque tendrán que ser capaces de soportar la primera confrontación de los adolescentes, muchos padres no quieren abandonar el lugar de padres omnipotentes y también ellos
tienen que enfrentarse a su propia castración y cuestionamientos edípicos movilizados por aquello que atravesaron en su propia historia.
Como dijimos antes, la adolescencia no es el primer momento de conflicto con los padres, incluso lo que hace singular este período es el hecho de reactivarse los conflictos no resueltos de la infancia.
Se trata de un momento de crisis porque los padres se enfrentan ahora a un sujeto al que ya no pueden dominar, tienen que enfrentarse en algunos momentos a la pérdida de autoridad, y al sujeto que no pueden dominar en si mismos, en ellos se reactivan también elementos del complejo de castración no resueltos, sentimientos de impotencia frente al hijo.
En éste sentido también se puede hablar de duelo tanto en relación a los padres como a los hijos. El
duelo en los padres se produce a nivel narcisista y del ideal del yo. Se trata de un ajuste también para los padres que deberán empezar a ver a su hijo como un adulto.
También podemos pensar que los padres sienten rivalidad frente a los hijos, especularmente se reactiva en ellos su propia sexualidad, celos, envidias, algo también se moviliza en lo concerniente al complejo de Edipo de los padres, así nos encontramos con madres que reprimen y atacan a sus hijas, o madres que sacan por ejemplo sus minifaldas y se quieren identificar con sus hijas marchosas, o padres que tienen actuaciones tales como cambiar su vestimenta de acorde a la de los hijos, comprarse motos o querer salir de
fiesta con ellos.
Recordemos que los padres se encuentran en una etapa de la vida en la que empiezan a vislumbrar que muchos de sus sueños, anhelos juveniles, proyectos ya no son realizables, y se enfrentan a sus hijos que
justamente se encuentran en el inicio de proyectos, de nuevas perspectivas, y este verse en un lugar tan opuesto y diferente suscita en muchos padres sentimientos de rivalidad y competencia frente a los hijos.
Entonces, el problema del estudio de los adlescentes pasa por resolver el conflicto de los padres.
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