Comer
como Dios, o como Buda, no depende sólo de lo que pones en tu mesa. La buena
comida no es sólo lo que preparas en tu cocina y tiene más que ver con la
percepción de tu mente que con los productos que digieres en sí. Ya lo dijo el
Buda, "todo es una percepción de la mente", el sueño soñado de
Calderón.
En este artículo vamos a tratar precisamente de esto, de la
actitud ante la comida, en este caso de los preceptos budistas aplicados a la
alimentación. Y es que ya se sabe que el budismo es un cajón de sastre equipado
de herramientas de múltiples usos. No sería válido si no fuera así.
En el caso de la alimentación,
una correcta aplicación de las cuatro nobles verdades y el óctuple sendero (los
cimientos sobre los que se alza la práctica budista en su totalidad) puede ser
de utilidad para todas las alteraciones relativas al tema, desde el exceso de
peso, la bulimia, deficiencias nutritivas, etc. etc.
I. La importancia del "camino medio".
El camino medio que propone el
budismo nos señala el equilibrio entre el exceso (la publicidad, los alimentos
que nos venden por sus regalos, los supermenús, los superplatos de carnes y
pescados, las comidas hiperproteínicas e hipercalóricas, comer en el cine,
comer frente al televisor, quedar para comer, comer, comer...) y las
privaciones de los ayunos y las dietas light (incluido el alto consumo en
programas para perder peso, libros, cintas y tratamientos).
- Es importante escuchar al
cuerpo y ser consciente de cuándo tienes hambre, qué nutrientes necesitas en
cada momento y en qué medida. Lo ideal sería no comer sólo porque el reloj lo
dice o lo dictan las circunstancias. Sin embargo, si ha de ser así, si sólo
tienes un rato para comer, aunque no tengas hambre, y luego no habrá manera,
elige algo frugal, con mucha agua y fibra, como frutas y verduras. Por el
contrario, cuando el estómago te pide tomar algo entre comidas (cuando no hay
tiempo disponible), o necesitas energía, recurre a los panes, cereales
integrales y frutos secos como tentempié. Te darán la energía que necesitas y
acallarán los ácidos sin producirte una mayor acidez y sensación (engañosa) de
hambre -que producirían las frutas, por ejemplo.
- No te saltes las comidas, no pases hambre pensando
en adelgazar porque producirías el efecto contrario. La ansiedad y el
hambre reprimida te hará comer más de lo que necesitas cuando te sientes a
la mesa, con los consiguientes empachos posteriores, exceso de peso y
acumulación innecesaria de toxinas.
- Come despacio, saboreando lo que ingieres, y
descansa cuando consideres que ya has saciado tu hambre. Recuerda que tu
cerebro tarda unos 20 minutos en detectar esa saciedad, y cometerías un
error pasándote todo ese tiempo engullendo lo que ya no necesitas.
- No te trates como un cubo de basura, acabando los platos para no
tirar o consumiendo los productos de la nevera antes de que se estropeen
(eso va por nosotras, mamás). Aquel viejo eslogan de que lo que no mata
engorda estaba equivocado: lo que no mata de golpe, puede matar despacio.
Si no vives en medio de una guerra o en un país devastado y pobre, no
necesitas acumular reservas. Y todo lo que no necesita tu cuerpo aquí y
ahora puede volverse contra ti.
- No te pases ni le escatimes a tu cuerpo los nutrientes que
necesita. Respétate: elige el camino del medio.
II. Las cuatro nobles verdades.
1.
El sufrimiento existe.
La comida como sufrimiento:
enfermedades causadas por la mala alimentación; afecciones por exceso
(sobrealimentación) o por defecto (deficiencias nutritivas); el sentimiento de
culpabilidad tras una comida equivocada, impotencia ante las tentaciones... Es
importante saber dilucidar cuánto de este sufrimiento es inevitable y cuánto
depende de ti.
Tal vez puedas hacer poco contra las
toxinas, productos químicos y modificaciones genéticas que lleva a cabo la
industria de la alimentación, pero siempre estará en tu mano elegir los
productos menos nocivos, los más naturales, locales y de temporada. Evitarás
muchas molestias, enfermedades y sufrimiento en general.
El sufrimiento existe en el mero hecho
de la elección en sí; la toma de decisiones siempre implica un estrés. Pero
informarnos bien y hacerse el firme propósito de descartar de nuestra rutina
alimentaria los productos más nocivos, nos ayudará a vivir mejor y esdtablecer
pautas de conducta que nos evitará tener que plantearnos continuamente un buen
número de decisiones.
2. El apego al deseo como causa de
sufrimiento.
Definir los apegos o deseos culinarios
que causan sufrimiento. Definir la ansiedad o espíritu hambriento (nunca es
suficiente, por lo que no hay placer sino más sufrimiento). Tú y tu deseo no
sois lo mismo. Los deseos pueden desaparecer tan pronto como llegan.
Define y haz una lista de tus mayores
tentaciones: los dulces, el café, el alcohol, los embutidos o snacks salados,
el chocolate, los helados... Quizás puedas descubrir por qué sientes esa
atracción tan fuerte hacia un producto en particular; asociación con
situaciones, por ejemplo, o bien la necesidad de tu organismo por más azúcar,
energía, proteínas o lo que sea.
Tus deseos, el espíritu hambriento que
nunca se sacia, y tú no sois lo mismo. Si es una compañía que no te aporta nada
bueno, puedes apartarla de tu vida con las adecuadas estrategias.
3.
El sufrimiento cesa al liberarte del deseo.
Observa los hábitos y deseos que te
resistes a abandonar; la consecuencias que produce en ti, ¿son beneficiosas?
¿te hacen feliz?; observa con atención tu relación con el apego (qué hace que
vuelvas a consumir dulces y helados o comidas hipercalóricas). Resuelve las
situaciones internas (rabia, ansiedad, impotencia) y cambia las condiciones que
te inducen a esa inercia perjudicial.
Una vez eres consciente de ciertos
apegos nocivos en tu vida puedes introducir sustituciones por productos más
sanos que cubran tu necesidad. Si requieres energía o azúcar, los cereales
integrales (palitos de pan integral o galletas sin aditivos químicos, p.e.),
frutos secos, patatas o boniatos pueden ayudarte según la situación. Si
requieres proteínas, puedes añadir más soja en sus mútiples formas, o legumbres
y cereales debidamente combinados (lentejas con arroz, p.e.), y dejar de llenar
la nevera con carnes grasas y embutidos.
Además, muchas veces los aparentes deseos culinarios no son más
que tapaderas de otros deseos emocionales o estados de ánimo, como la rabia,
ansiedad, frustración. Si es así, define esas emociones y afróntalas cara a
cara, dejando la comida a un lado. No tiene nada que ver con ella, no la metas
en esto.
Define los apegos, revisa las
viejas rutinas/acuerdos y establece sustitutos/nuevos acuerdos más beneficiones
para ti.
4. Existe un método para la cesación del sufrimiento: el Óctuple
Sendero.
No tienes que inventar la
estrategia ni el método para librarte de los deseos nocivos y el sufrimiento
que comportan. Puedes hacerlo si quieres y te ves capaz, y te funciona. Pero en
cualquier caso, te vendrá bien saber que el budismo diseñó su propuesta
particular con el nombre de "el noble óctuple sendero".
III. El Noble Óctuple Sendero.
1. La comprensión correcta.
Define qué es malo para ti y qué te
beneficia. Haz una lista de alimentos, situaciones y actitudes recomendables y
perjudiciales en tu alimentación.
2.
La aspiración correcta.
Define y visualiza quién quieres ser
física y emocionalmente; tu estado de salud; el tipo de vida activa o
sedentaria que quieres llevar. Visualiza y programa quién quieres ser.
3.
El habla correcta. (El poder de la palabra: magia blanca/magia negra).
No hables mal de nadie durante la
comida (ni antes ni después, a ser posible); abstente de criticar la forma de
comer de las/os demás comensales (come mucho, poco, mal...); los errores de la
cocinera o las preferencias y rechazos de otras personas. Las palabras también
se digieren.
4.
La acción correcta.
Considera lo que comes y cómo lo comes
como parte de la red universal de interrelaciones. Evita el despilfarro;
recicla los sobrantes; protege los nutrientes (no abuses de altas temperaturas,
fritos y asados de fuego directo; no tires el agua de las verduras; no quemes
los alimentos convirtiéndolos en toxinas); apoya la agricultura local; respeta
la vida en todas sus formas y agradece el regalo de la energía que consumes
para convertirse en parte de ti.
5.
El modo de vida correcto.
No matar (las emociones a través de la
comida; los nutrientes que pueden seguir produciendo energía dentro de ti); no
robar (consumiendo más comida de la que necesitas) y no abusar de la comida
como si fuera una droga para embotarte o escapar de otras emociones.
6.
El esfuerzo correcto.
Ni demasiado (la obsesión) ni demasiado
poco (la comida rápida). Evitar la actividad incesante; emplear demasiado
tiempo o demasiado poco en comer, cocinar, comprar. Cuando se come, se come, y
luego se pasa a otra cosa (no comemos mientras vemos la tele, escribimos,
trabajamos, jugamos a las cartas, pasaeamos o conducimos). Cada cosa a su
tiempo.
7.
La atención correcta.
Comer/vivir aquí, ahora. Cuando
compras, cocinas, te sientas a la mesa, friegas los platos.
8.
La concentración correcta.
La capacidad de la atención plena:
cuándo tienes hambre, cuándo no; qué nutrientes está necesitando tu cuerpo en
cada momento y cuáles no -sin equívocas intromisiones del deseo.
Resumiendo, recuerda siempre que cómo
comes no es más que un reflejo de cómo vives. Quién eres -o cómo eres- se
manifiesta en todo lo que haces. Evidentemente, nadie es perfecto, y ni tú ni
yo ni nadie somos Dios ni vamos a vivir/comer como dios, pero sí podemos
vivir/disfrutar en el empeño. Vivir/comer con atención, con la consciencia de
que lo que comemos pasará a formar parte nuestra (como lo que vivimos, nuestras
experiencias, pasan a formar parte de nuestra vida y de nuestro ser). Con
agradecimiento por el regalo que el planeta y el trabajo de otras personas nos
ofrecen. Con generosidad hacia nuestro propio organismo o hacia el de otras
personas, cuando nos toca cocinar. Eliminando los venenos y toxinas siempre que
esté en nuestra mano. Con placer y tiempo, degustando cada bocado y evitando el
despilfarro, el desaprovechar las experiencias, por muy cotidianas y repetidas
que nos parezcan -cada instante de nuestra vida es único e irrepetible.
En definitiva, estableciendo unos
hábitos correctos.
Y a comer/vivir como Buda.
Buen provecho.
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