De migrantes cristianos en el floreciente mundo musulman:
El pensamiento del pueblo árabe se enriqueció e integró al saber universal a partir de la expansión del Islam en el siglo VII de nuestra era. Un mercader llamado Mahoma (570-630 d. C.) fundó la religión islámica (Islam significa "sumisión a Alá"). Según sus prédicas, había sido escogido por Alá (Dios), para difundir su palabra al pueblo árabe y al mundo. Estas ideas religiosas quedaron contenidas en el texto sagrado -aún vigente- de los musulmanes o islámicos (los sometidos), llamado Corán (3,4).
A la muerte de Mahoma, los adeptos a la nueva religión organizaron la llamada "guerra santa" (Jihad), que tuvo como principal objetivo divulgar el Islam a todo el mundo conocido en esa época. De esta manera, dominaron todo el territorio que hoy corresponde a los países de Arabia, Siria, Irán, Irak, el norte del Magreb (Túnez, Marruecos y Argelia), así como el sur de España y toda el Asia central hasta el río Indo (3,4).
Su sólido gobierno y su fuerte convicción religiosa lograron esta expansión, que se caracterizó por una actitud moderada hacia los pueblos conquistados y su tolerancia con las múltiples corrientes dentro de sus comunidades, abriendo el camino hacia la integración de pueblos y culturas. Así, el Islam empezó a modificar la antigua estructura social de Asia occidental y Egipto, y en las antiguas culturas de tradición griega y persa fueron incorporándose elementos árabes (4).
A su vez, los árabes quedaron asombrados con la forma de pensar y ver el mundo de los pueblos sometidos. La asimilación de estas nuevas concepciones posibilitó la introducción del sistema y el método en el pensamiento árabe, gracias a su marcado interés por traducir los textos grecolatinos antiguos sobre diversas áreas como astronomía, matemáticas, teología, derecho, filosofía y medicina (3).
Con relación al médico-filósofo Avicena, a este contexto histórico-social debe agregarse el que existía particularmente en Persia (Irán), de donde era originario, y que se vio ampliamente influido por la tradición griega y árabe antes que él naciera. En el siglo V de nuestra era ocurrió que una secta de cristianos heréticos conocida como nestorianos, fue desterrada de diversas ciudades por el cuestionamiento que hacía al cristianismo, siendo aceptada finalmente en la ciudad persa de Gundishapur (5,6).
Esta secta tenía amplios conocimientos de los textos neoplatónicos, aristotélicos y de la medicina hipocrático-galénica. En esta ciudad establecieron un centro para la enseñanza de la medicina que inició una tradición en la antigua Persia y que fue enriquecida con la fundación, en el siglo VII, de una academia hipocrática en esa ciudad (5).
Cabe recordar, por otra parte, que la Persia del siglo X, en que nace Avicena, se caracterizó por un fenómeno nacional al que se ha denominado Renacimiento persa y que consistió básicamente en la acción de algunas dinastías locales que revivieron el sentimiento y la cultura, contribuyendo a una independencia cultural de Persia con respecto al resto del mundo árabe, sin apartarse totalmente del contexto islámico.
Algunos gobernantes de estas dinastías determinaron muchos acontecimientos en la vida social y política de Avicena, sobre todo Alá el Dawleh quien fue protector de intelectuales así como de teólogos y juristas. Por otra parte, la efervescencia intelectual árabe que durante mucho tiempo tuvo como centro a Bagdad, se desplazó durante el siglo X hacia Persia y otras zonas orientales, debido a que en aquella ciudad había disminuido el interés por lo extranjero y, por lo tanto, por el pensamiento grecolatino (7).
En este clima intelectual y social se desarrolla Avicena, uno de los médicos más importantes del mundo árabe medioeval.
De Avicena
Ibn Sina o Avicena (por su nombre latinizado) es el nombre por el que se conoce en la tradición occidental a Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sĩnã (en persa: ابو علی الحسین ابن عبدالله ابن سینا; en árabe: أبو علي الحسین بن عبدالله بن سینا; Bujará, Gran Jorasán, c.980 – Hamadán, 1037). Fue médico, filósofo, científico, polímata, musulmán, de nacionalidad persa por nacimiento.1 Escribió cerca de trescientos libros sobre diferentes temas, predominantemente de filosofía y medicina.
Sus textos más famosos son El libro de la curación y El canon de medicina, también conocido como Canon de Avicena. Sus discípulos le llamaban Cheikh el-Raïs, es decir 'príncipe de los sabios', o el más grande de los médicos, el Maestro por excelencia, o en fin el tercer Maestro (después de Aristóteles y Al-Farabi).
Es asimismo uno de los principales médicos de todos los tiempos.
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[ocultar]Biografía[editar]
Avicena, o Ibn Siná (como fue llamado en persa), nació el 7 de agosto de 980 en Afshana, (provincia de Jorasán, Transoxsiana, actualmente en Uzbekistán), cerca de Bujará. Sus padres eran también musulmanes.
Al parecer fue precoz en su interés por las ciencias naturales y la medicina, tanto que a los catorce años estudiaba solo. Se le envió a estudiar cálculo con un mercader, Al-Natili. Tenía buena memoria y podía recitar todo el Corán.
Cuando su padre fue nombrado funcionario, lo acompañó a Bujara, entonces capital de los Samaníes y allí estudió los saberes de la época, tales como física, matemáticas,filosofía, lógica y el Corán. Se vio influido por un tratado de Al-Farabi que le permitió superar las dificultades que encontró en el estudio de la Metafísica de Aristóteles. Esta precocidad en los estudios también se reflejó en una precocidad en la carrera, pues a los dieciséis años ya dirigía a médicos famosos y a los diecisiete gozaba de fama como médico por salvar la vida del emir Nuh ibn Mansur.
Consiguió permiso para acceder a la biblioteca real, donde amplió sus conocimientos de matemáticas, música y astronomía. Al llegar a la mayoría de edad había estudiado todas las ciencias conocidas. Se convirtió en médico de la corte y consejero de temas científicos hasta la caída del reino samaní en 999.
En Hamadán, el emir buyida Shams ad-Dawla le eligió como ministro. Se impuso entonces un programa de trabajo agotador, dedicándose de día a la cosa pública y de noche a la ciencia. Trabajaba y dirigía la composición del Shifa y la del Canon médico. Contó con la ayuda de dos discípulos que se repartían la relectura de los folletos de las dos obras, siendo uno de ellos Al-Juzjani, su secretario y biógrafo.
A los veinte años, y por mediación de Abū Bakr al-Barjuy, escribió diez volúmenes llamados El tratado del resultante y del resultado y un estudio de las costumbres de la época conocido como La inocencia y el pecado. Con estos libros su fama como escritor, filósofo, médico y astrónomo se extendió por toda Persia, por donde se dedicó a viajar.
En 1021, la muerte del príncipe Shams al-Dawla y el comienzo del reinado de su hijo Sama' ad-Dawla cristalizaron las ambiciones y los rencores. Víctima de intrigas políticas Avicena fue a la cárcel. Disfrazado de derviche consiguió evadirse y huyó a Ispahán, al lado del emir kakuyida Ala ad-Dawla Muhammed.
Con treinta y dos años inició su obra maestra, el celebérrimo Canon de medicina (traducida al latín por Gerardo de Cremona), que contiene la colección organizada de los conocimientos médicos y farmacéuticos de su época en cinco volúmenes.
Durante una expedición a Hamadán, en el actual Irán, el filósofo sufrió una crisis intestinal grave, que padecía desde hacía tiempo y que contrajo, según dijeron, por exceso de trabajo y de placer. Intentó curarse solo pero su remedio le fue fatal. Murió a los cincuenta y siete años en el mes de agosto de 1037, tras haber llevado una vida muy ajetreada y llena de vicisitudes, agotado por el exceso de trabajo.
La obra de Avicena es de importancia capital, pues supone la presentación del pensamiento aristotélico ante los pensadores occidentales de la Edad Media. Sus obras se tradujeron al latín en el siglo XII, reforzando la doctrina aristotélica en Occidente aunque fuertemente influida por el pensamiento platónico.
Avicena declaró haber leído en más de cuarenta ocasiones la Metafísica sin llegar a entenderla del todo, pues no expone el origen de las cosas como obra de un Creador bondadoso. Mezcló la doctrina aristotélica con el pensamiento neoplatónico, adaptando a su vez el resultado al mundo musulmán. Colocó a la Razón (manifestación objetiva de la voluntad del propio Dios) por encima de todo ser y explicó que con esto se nos llama a buscar la perfección.
También distinguió entre la esencia abstracta y el ente concreto que no exige existir, pero existe por la esencia. Además, el ente está compuesto por una parte necesaria (en este caso Alá, que existe siempre) y una parte de «lo posible» (el resto de los seres del mundo, que solo existen por una causa: la voluntad de Dios). Niega también la inmortalidad del alma como ente individual.
Curó una grave enfermedad al emir de Bujará, quien como recompensa le abrió las puertas de su gran biblioteca. Además de numerosas obras de medicina escribió también sobre filosofía, donde conjugaba la tradición aristotélica con elementos neoplatónicos.
Tuvo una gran influencia en pensadores posteriores de la talla de Tomás de Aquino, Buenaventura de Fidanza o Duns Escoto. También planteó mucho antes que Descartes un pensamiento similar al de este: el conocimiento indudable de la propia existencia.2
En muchos libros de filosofía se hermana su pensamiento con el del cordobés Averroes, pues suponen el acercamiento del islam (y delCercano Oriente en general) a la filosofía griega.
Aunque muy proclive a la mística, trató el tema de modo objetivo. El ascetismo no le bastaba; creía que se debía buscar la iluminación como acto final de conocimiento. La iluminación se obtiene por medio de los ángeles que actúan como unión entre las esferas celestiales y la terrestre. Podemos por ello decir que Avicena abrió el camino a una nueva rama de la filosofía islámica, la Sabiduría de la iluminación o lumínica, la llamada Híkmat al-Ishraq (Metafísica de la Luz), inaugurada por su seguidor Suhrauardi.
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