La
meditación logra mejorar la coordinación entre las neuronas.
Meditar tiene efectos muy positivos en quien la practica. Efectos intangibles y tangibles. La ciencia, que se encarga de esto último, acaba de demostrar que la meditación mejora la coordinación entre las neuronas. Un estudio ha podido comprobar que quienes hacen meditación gozan de mejor salud y bienestar que el resto de la población.
Meditar tiene efectos muy positivos en quien la practica. Efectos intangibles y tangibles. La ciencia, que se encarga de esto último, acaba de demostrar que la meditación mejora la coordinación entre las neuronas. Un estudio ha podido comprobar que quienes hacen meditación gozan de mejor salud y bienestar que el resto de la población.
Entre las
conclusiones del trabajo, se encuentra que durante la meditación tienen lugar
cambios funcionales, como el aumento de la plasticidad cerebral, que pueden
mejorar la coordinación entre las conexiones de los circuitos cerebrales y
químicos, con una disminución de la actividad metabólica neuronal y un aumento
de la inmunidad, que afectan a la estructura psicológica del cerebro.
Esta práctica
puede ser de gran ayuda ante depresión, ansiedad y estrés. De esta forma, los
autores afirman que la meditación mejora la coordinación entre las neuronas y
altera los circuitos cerebrales, "lo que puede inducir a cambios
permanentes y positivos, influyendo de manera positiva en la salud y el
bienestar, por lo que esta práctica puede ser de gran ayuda en aquellas
enfermedades que producen alteración en la atención, depresión, ansiedad,
conducta y estrés".
El estudio
–publicado en la revista científica Plos One– ha contado con la participación
de expertos españoles: el jefe de servicio de diagnóstico por imagen de
Hospital Quirón Zaragoza, Nicolás Fayed, la miembro del Departamento de
Sociología y Psicología de la Universidad de Zaragoza, Yolanda López del Hoyo,
y el médico del servicio de Psiquiatría del Hospital Miguel Servet de Zaragoza,
Javier García-Campayo.
Fayed
explica que "hay una clara relación entre nuestras neuronas y las
emociones". Se refiere también a la investigación The estructure of mindful brain, según la cual, "quienes
meditan presentan un aumento de la actividad en el lóbulo frontal –asociado a
las emociones de felicidad y bienestar–, y también de la ínsula, que funciona
como el centro neurológico de la integración afectiva, autónoma y cognitiva".
En esencia ésta es una formulación neurobiológica de las ideas de William James, que primero propuso que la experiencia subjetiva emocional (sentimientos) emergen desde la interpretación de los estados corporales que son elicitados por sucesos emocionales. Éste es un ejemplo de pensamiento formado.
Funcionalmente hablando, se piensa que la ínsula procesa la información convergente para producir un contexto emocionalmente relevante para la experiencia sensorial. Experimentalmente se ha demostrado que la ínsula juega un importante papel en la experiencia del dolor y la experiencia de un gran número de emociones básicas, incluyendo odio, amor, miedo, disgusto, felicidad y tristeza. Más específicamente, la ínsula anterior está más relacionada al olfato, gusto, sistema nervioso autonómico y función límbica, mientras la ínsula posterior está más relacionada a funciones somáticas motoras.
Estudios funcionales con imágenes han demostrado también que la ínsula está implicada en deseos conscientes como la necesidad de comida o la necesidad de droga. Lo que es común con todos estos estados emocionales es que cada cambio en el cuerpo es asociado con cambios cualitativos en la experiencia subjetiva. La ínsula está bien situada para la integración de información relacionando estados corporales en procesos emocionales y cognitivos de orden superior. La ínsula recibe información de aferencias hemostáticas a través de vías sensoriales por la vía del tálamo y envía información o estímulos a otro gran número de estructuras relacionadas con el sistema límbico, tales como la amígdala, el estriado ventral y el córtex orbitofrontal.
En la
investigación se han comparado los cerebros de diez personas que practican
meditación en un monasterio budista y otras diez personas sanas que no realizan
esta práctica. Se les planteó un cuestionario de ansiedad, depresión, deterioro
cognitivo y atención. A los dos grupos se les realizó una resonancia magnética
cerebral con espectroscopia, que mide metabolitos o sustancias químicas
cerebrales en una determinada región del cerebro.
Al comparar
ambos grupos, los meditadores mostraron una significativa disminución de la
ansiedad y depresión, así como aumento muy importante de la atención con
respecto a los controles. También se observó en los meditadores un incremento
significativo de la conectividad o plasticidad cerebral a nivel de las fibras
de la sustancia blanca, que conectan las estructuras profundas, como el tálamo,
con la corteza parietal superior izquierda, parte del celebro que controla la
consciencia de uno mismo.
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